domingo, 8 de mayo de 2016

Llamando a Pepito Grillo

Si alguien nos contase que no sirve para nada, que todo lo hace mal, que es tonto por caer siempre en los mismos errores… si esa persona fuese nuestro sobrino, nuestro hijo o simplemente alguien a quien queremos, ¿qué le diríamos?

Ahora piensa, ¿entonces por qué cuando somos nosotros los que mantenemos esos pensamientos, no contrarestamos ese diálogo interno que tanto daño nos hace?, ¿por qué no buscamos esas mismas palabras de aliento, compasión y fuerza que tan facilmente nos brotan cuando son para otra persona?

Es curioso el funcionamiento de la mente. Cuanto más conozco de ella, más me maravilla.

Dentro del ruido que a todos nos acompaña en nuestro día a día (prisas, obligaciones, complacer a los demás y algún que otro disfrute robado), estamos envueltos por una serie de conversaciones con nosotros mismos que etiquetamos como diálogo interno. Este, sin darnos cuenta, condiciona gran parte de nuestras acciones.

“Estoy horrible”
“Para qué busco trabajo si no lo voy a encontrar”
“Soy un desastre”
“No puedo, es imposible para mi”
“Todo lo hago mal”
“No sirvo para nada”



¿Quién es capaz de llevar a cabo todo lo que implica un día a día de manera óptima cargando semejantes pensamientos en nuestra cabeza? Que aparezcan asaltándonos en el momento menos adecuado puede ser propio de la naturaleza inconformista del ser humano, pero que les demos alas retroalimentándolos y permitiéndoles crecer con vida propia… es nuestra responsabilidad.

Pienso que la puesta en marcha para bloquear este diálogo interno comienza siendo conscientes de su existencia. Para ello necesitamos parar, escucharnos y sacar de nuestra “alcoba psíquica” a ese personaje tan importante en el cuento de Pinocho, Pepito Grillo, y que en nuestra mente habita en forma de sentido común. Él, cuestiona tus pensamientos, disiente cuando no son coherentes y te lleva por ese buen camino que tus pensamientos necesitan para llegar a buen puerto. Si lo buscas, si acudes a él, serás capaz de disentir ante ese bucle que nos lleva a creer de manera automática aquello que estamos acostumbrados a escucharnos decir.



¿Qué sentido tiene ofendernos cuando alguien nos dice algo que nos molesta y no hacer lo propio cuando somos nosotros los que nos lo decimos?

Si somos los únicos que permaneceremos juntos el resto de nuestra vida, qué menos que no ser nuestro peor enemigo sino todo lo contrario, perseguir ser la mejor de las compañías. No siempre nos sentiremos afortunados, dichosos ni bendecidos, no siempre nos encontraremos en la cresta de la ola, no siempre pisaremos por camino asfaltado y el sol brillará a nuestro paso. Ahí es donde “Pepito Grillo” debe estar alerta para ayudarnos a mirarnos de frente, abrazarnos, acompañarnos y decirnos: no es momento de reproches, despójate de ellos y continúa. 




Somos más que nuestros pensamientos. Nosotros los guiamos y sin duda, estamos por encima de ellos.

Puede que estructurar de otra manera nuestro diálogo interno no cambie totalmente nuestra realidad, pero sin duda que gran parte de nuestros pensamientos la crea…


Atentamente, Alicia.

domingo, 17 de abril de 2016

No lo dudes: salta



Imagina un paquete de palomitas de maíz, pero te pediría que visualizaras el proceso hasta que están listas para comer. Los granos de maíz se van calentando poco a poco hasta que comienzan a saltar. 


Casi todos los granos saltan pero, ¿qué ocurre con los que permanecen en el fondo y sin moverse?, ¿qué ocurre con los que mantienen ese calor durante mucho tiempo pegados en al fondo? Que al final… se queman.  



Lo hacen tan poco a poco, pasan tan desapercibidos entre tanto maíz, que nadie puede presagiar su trágico y “chamuscado” final. Salvando las distancias, en nuestra vida diaria podemos sentirnos identificados en alguna ocasión con ese paquete de palomitas, asumiendo parecernos más a las que saltan o a las que se queman.




En nuestras relaciones personales, ámbito laboral, con nosotros mismos, a veces necesitamos saltar cual palomita de maíz y salir de eso que nos entorpece, nos hace sentir mal o nos hace daño. Es necesario hacerlo si no queremos consumirnos quemándonos poco a poco y sin darnos cuenta. No hace falta que una persona o circunstancia nos genere  una grave ofensa o que nos sintamos tremendamente desdichados, hay que ser conscientes de sentir que estamos “a fuego lento”, igual aún no quema, pero estás abocado a quemarte si no saltas antes…
Saltar significa decidir salir de aquello que no encaja en nuestra vida antes de quemarnos, dejar a un lado lo que conocemos y no nos gusta por la incertidumbre de lo desconocido, obviar nuestros argumentos justificadores para permanecer inmóviles y valorarnos, probar lo que significa no dejarnos someter por los deseos de los demás cuando no son los nuestros, es... ser valiente y tomar decisiones. 



 Si lo que conoces te oprime, no te llena o te estanca, no lo dudes y salta. No siempre vale más malo conocido que bueno por conocer. No te conformes y piensa en grande dando pasos pequeños, no te limites a lo que ves desde tus cuatro paredes y abre la ventana.





Vivimos tan deprisa, que no somos conscientes del olor a quemado: cuando te aprietan porque saben que no dirás que no y a ti no te importa hacerlo, cuando te menosprecian pero no lo hacen con mala intención así que para ti no cuenta, cuando dejas pasar días y siempre hay algo más urgente de otros que dependen de ti y tú puedes hacer tus cosas en otro momento… huele a quemado. Presta atención y activa el detector de humos en tu familia, amigos, trabajo, contigo mismo… se consciente de la calidad de todas esas relaciones a las que dedicas la mayor parte de tu tiempo y sin duda, afectan de manera directa a la calidad de tus días.  Piensa si esas situaciones que estás viviendo te estancan, si esa persona con la que quedas y terminas pensando que mejor no lo hubieses hecho merece ese tiempo en tu vida, si cada vez que piensas en ti terminas llegando a la conclusión de no entender cómo siendo como eres, has llegado a este punte punto de quemazón tan injusto para ti. Si es así, no lo dudes, SALTA:





Toma el control y protagoniza las decisiones de tu vida que están en tu mano. Gestiona quién merece o no formar parte de ella. Alégrate de saber que tú eres tu mayor fuente de bienestar. Como diría Charles Darwin, "no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio". Atrévete y observa: igual aquello que crees que está dando luz, no es más que la llama del fuego que te está quemando…




Atentamente, Alicia.




domingo, 3 de abril de 2016

¿Una mirada o mil palabras?



Todos conocemos el poder que tiene la comunicación no verbal: nuestra postura corporal, el jugueteo con el cabello entre los dedos, el movimiento de nuestras manos, una determinada expresión en nuestra mirada… todo esto nos cuenta algo, nos ayuda a regular el proceso de comunicación ampliando o reduciendo el significado del lenguaje, nos da una serie de pistas que en la mayoría de ocasiones, sin darnos cuenta nos acerca o repele de personas que hasta ese momento son completas desconocidas. En base a ella, nos hacemos una composición más o menos acertada de la persona que tenemos frente a nosotros.



Sin quitar valor a la importancia de lo que vemos, todo esto se queda bastante vacío sin las palabras.




Si nos fijamos, podemos pasarnos el día comunicándonos con emoticonos y unos cuantos “Ok”, nos dejamos llevar por la impronta de las primeras impresiones (“que pinta lleva esa chica”), nos ofuscamos por situaciones en las que nuestros argumentos para solucionarlas se quedan guardados bajo llave en nuestra cabeza (“le tenía que haber dicho…”), etc. Tenemos la habilidad de crear universos paralelos sin que medie ni una sola conversación intencionada entre nosotros.



“Las palabras se las lleva el viento”. No creo… las palabras se quedan. Nos hacen sentir y por donde pasan, hacen ruido. Llegan y no siempre se van. Muchas de ellas me han traído por la calle de la amargura tantas veces como me han llevado a momentos inolvidables.



“Una mirada vale más que mil palabras”. ¿En serio? Bienaventurados los ciegos. Ellos ven… todo lo importante que hay que ver. Como diría Luis Vives: no hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.



“En boca cerrada no entran moscas”. Tal vez, pero pensemos en cuántos momentos echamos de menos esa capacidad que todos tenemos a nuestro alcance: comunicar, expresar, entendernos. 





Un “me equivoqué, lo siento”, no se lo lleva el viento. Un “no puedes”, llega de lleno. Un “necesito tu ayuda en este momento”, no es un decir, un “apuesto por mí”, no cae en saco roto. La virtud de las palabras reside en nuestra intención a la hora de utilizarlas como se merecen, con respeto al efecto del que van cargadas. Son tan importantes en nuestro día a día, tan valiosas, tan sonoras… que es necesario cuidarlas cuando las regalamos a los demás o más importante aún, cuando nos las decimos a nosotros mismos. Nuestra única responsabilidad reside en prestar atención y pensar antes de comunicarlas.



¿Qué sería de nosotros sin las palabras de ciertas canciones? ¿Cómo nos defenderíamos ante las injusticias sin hacer uso de ellas con vehemencia? ¿Qué sentido tendría un café para dos sin compartirlo con una buena conversación?





Las palabras no siempre desaparecen, en muchas ocasiones nos acompañan toda la vida. El lugar que ocupen en ella, se lo damos nosotros, pero nos acompañan… cuídalas, siéntelas y compártelas con la intención que se regala lo que no se compra con dinero. Hace falta algo más que una mirada para que la comunicación nos permita entendernos. Somos seres sociables, nos necesitamos (unos más que otros) y las palabras nos pueden llevar a entendernos o a competir, tú decides. Eso sí, recuerda que como bien diría el refrán, “hablando se entiende la gente”.



Atentamente, Alicia.


lunes, 28 de marzo de 2016

¡Al ladrón! ¡Me ha robado mi tiempo!


El contenido de la entrada de hoy, me apasiona. Siempre está rondando y generando esa disonancia cognitiva tan recurrente entre la necesidad de libertad y la de cierto orden en mi vida. ¿Crees que son compatibles? Considero que sí, aunque cuesta darles un lugar donde ambas no se sientan amenazadas ni traten de anularse por imposición entre ellas. Posponer, dejar tareas pendientes para otro momento ocupando nuestro tiempo mientras tanto en quehaceres varios podemos definirlo como procrastinar, procrastinación o lo que viene a ser lo mismo: no mover el culo hoy y pensar que lo haré, mañana. Me importa poco la definición exacta, me resulta más interesante cómo afecta a nuestro día a día, para qué nos sirve y cómo evitarla si así lo consideramos.





Aprovechando un símil relacionado con la reciente Semana Santa, procrastinar vendría a ser para nosotros una sensación parecida a la de bola de cera, sí, esa que van haciendo los niños a base de ir añadiendo la cera que sueltan las velas de los nazarenos, penitentes y demás acompañantes en las distintas procesiones. Se va formando poco a poco, con pequeñas cantidades casi imperceptibles hasta que finalmente, llega a formarse una bola de solidez importante y eso sí, cada vez… más grande. Cuando dejamos las tareas pendientes para otro momento, vamos generando una sensación de pesadez mental que a veces puede llegar a ser difícilmente soportable. Primera hora de la mañana: "Desayuno rápido y me pongo con el proyecto que tengo pendiente. Aunque igual miro un segundo el correo por si me ha llegado algo importante".

Pasadas 3 horas: "Buff, se me ha ido la mañana, mejor como, descanso y esta tarde me pongo en serio".

Tras una siesta de 3 horas: "Madre mia, ¡cómo pasa el tiempo! No pasa nada, tengo una semana".

Día de antes de finalizar el plazo: "No me da tiempo, no llego, que agobio. Tengo unas horas, organización, llamo a X, miro H y termino con J. ¡Hecho!".


Ejemplos similares de procrastinar  hay muchos, seguro que a ti se te vienen a la cabeza unos cuantos:


- Hoy ya es tarde, mañana me paso por casa de mi madre.

- Voy a estudiar pero con hambre no me voy a concentrar, mejor antes me como un bocadillo.


- Hoy tengo tiempo para limpiar, pero voy a llamar a la peluquería que limpiar, puedo hacerlo otro día.

- Pensé salir a andar hoy pero no voy a ir cómoda con esta ropa. Mañana salgo a comprarme equipación nueva y entonces, empiezo.

- Mañana examen de inglés, voy a repasar. La verdad es que con los platos sin fregar, no puedo seguir. Los lavo y me pongo.



Pasar, pasar, todos hemos comprobado que normalmente, no pasa nada grave salvo lo ya comentado: sensación de carga, pesadez, falta de activación, acumulación, aturdimiento, desorganización psíquica y emocional por encadenamiento de momentos de aplazamiento, por posponer de manera encadenada y contínua, por tener la necesidad de parar esa maquinaria que gira y gira hacia la improductividad y los castigos psicológicos por no hacer lo que sabes que tienes pendiente y generando una visualización de la vida cual apisonadora que pasa por encima de nosotros. Puede parecer muy similar a vaguear pero procrastinar, no es exactamente lo mismo. Cuando vagueamos, no hacemos nada. Cuando procrastinamos, hacemos otras cosas sabiendo que las importantes las estamos dejando pendientes. 

En mayor o menor medida, formamos parte de una sociedad en la que todo son demandas, rapidez y resultados. A nivel laboral (trabajadores que estén disponibles 24 horas y siempre alertas). A nivel de trabajador disponible (o lo que es lo mismo, en paro) sabes que cuando buscas trabajo hay que estar siempre presente y visible. A nivel emocional, nos movemos por sentimientos de quita y pon, fugaces, intensos e igualmente cambiantes. Esta sociedad nos requiere con mil cosas que hacer y generadores de tareas pendientes. Menudo agobio, ¿no?





Para intentar evitar caer en la desidia más absoluta por saturación de tareas, propósitos y deseos acumulados pendientes de quién sabe cuándo, te propongo que mires tu particular “Bola de Cera” y analices:


1.- Hábitos pro-proscratinar:


Observa qué costumbres tienes en tu vida diaria que te facilitan la distracción o te generan el entretenimiento necesario como para caer más fácilmente en posponer lo importante. Ejemplo: Internet, comida, teléfono, etc. Una vez los tengas localizados, aíslalos cuando adquieras el propósito de retomar el control en tu vida.


2.- Focaliza tu atención:


Establece a modo de linterna que ilumina, una lista de prioridades reales y asequibles a corto plazo. Muchos piensan que es mejor empezar por las prioridades más contundentes, yo considero que tiene mejor resultado empezar por las pequeñas (puedes conseguir activarte con ellas en poco tiempo y una vez que empieces con estas, no podrás parar) o desmenuzar las grandes en distintas tareas pequeñas. Ejemplo: pensar en adelgazar 15 kilos de aquí al verano te hace procrastinar más a menudo que si enfocas tu atención en dejar de comer comida basura esta semana mientras vas observando que te sientes mucho mejor.


3.- Divide y vencerás:


Por pequeña que sea la tarea a llevar a cabo, siempre podemos encontrar la justificación psicológica para dejarla para otro momento precisamente por eso, por pequeña. Te propongo asignar un tiempo específico de dedicación con una fecha de inicio y fin reiterando la importancia de hacerlo con tareas reales y asequibles (para que no pasemos de procrastinar a la ansiedad generalizada…). Hacer un planning alivia mucho pero me he pasado media vida haciendo plannings y la otra media deshaciéndolos… Es importante que tu palabra tenga valor, que tu propósito sea firme ante ti y que tu pacto sea no defraudarte por no intentarlo. Necesitas implicarte para conseguirlo. Ejemplo: Media hora para poner la lavadora y fregar los platos (de 10.00 a 10.30). Llamar por teléfono a mi abuela: de 10.30 a 11.00.


4.- El movimiento llama al movimiento:


Sabes que en cuanto hayas establecido prioridades reales, pautado unos tiempos y encontrado una “base de operaciones agradable” para ponerte en marcha, la perspectiva de descontrol que ahora mismo te arrastra cual barco a la deriva, cambiará y volverás a sentir que vuelves a llevar el timón de tu vida. Es cuestión de iniciar el movimiento, la activación con los pies en el suelo y desde nuestra realidad más inmediata (sin comparaciones).


5.- Tira el traje de perfeccionista:


La autoexigencia implica un compromiso como comentaba anteriormente, pero sin llegar al perfeccionismo, ya que este nos genera una realidad inexistente e inalcanzable. Rebaja revoluciones y acepta que no podemos con todo, ni podemos hacerlo al mismo tiempo ni siempre nos saldrá bien.



A propósito de “procrastineo”… si fuésemos totalmente conscientes de lo que implica el día a día, no dejaríamos para más tarde un te quiero (dilo tú), no esperaríamos el día en que dejaran a otra persona por estar con nosotros (déjalo tú), esperar que las circunstancias cambien (cambia tu actitud), esperar que llegue el momento de leer ese libro que tanto esperas (empiézalo en cuanto termines de leer esto).

Atentamente, Alicia.


lunes, 14 de marzo de 2016

Soy rencorosa



Lo reconozco, lo soy. Soy rencorosa y lo matizo. Rencorosa para lo bueno.


En algún momento, llegué a la conclusión semi absoluta de entender la vida como una oportunidad “para algo”. Las oportunidades aparecen cuando menos te los esperas o al menos, eso dicen. Yo más bien creo que están en todos lados y que si tenemos la mente lo suficientemente receptiva, cualquier experiencia es una oportunidad. ¿Para qué? En mi caso, para aprender. Pero el “para qué” es algo al gusto del consumidor…



El rencor es una de las emociones que más daño nos pueden hacer ya sea hacia alguien o hacia nosotros mismos. Va minando toda posibilidad de crecimiento, destruye por donde pasa, proyecta emociones pasadas, las revive y las retroalimenta dejándonos presos dentro de una herida que aunque tuvo su momento, al volverla a tocar una y otra vez vuelve a doler, escocer y no la dejamos cerrarse.






Dentro de esa oportunidad para algo que es la vida, hay mil experiencias en las que es fácil encontrarnos con el dolor, que este nos lleve a la tristeza y finalmente, derive en rencor. Propongo la posibilidad de vivenciar conscientemente el siguiente giro emocional: dolor - tristeza - rencor para lo bueno. He vivenciado las dos ruedas emocionales y definitivamente, me quedo con la que os propongo.



Cuando alguien (o nosotros mismos) nos hace daño, inevitablemente sentimos dolor. Los hechos duelen cuando no son los que esperamos, deseamos, pensamos que merecemos, necesitamos, etc. Ese dolor nos indica que algo ha tocado nuestro ser más interno, nuestro rinconcito íntimo, etc. El dolor nos hace conscientes.


Después, aparece la tristeza para expresar y acompañarnos  en ese tránsito del dolor a la pérdida, nos arropa, nos hace expresar a nuestra manera, nos apacigua o nos encoge mientras aprendemos. Es fundamental experienciar la tristeza para nuestro desarrollo personal. No somos débiles por sentirla, estamos buscando un lugar donde colocar ese dolor y poder seguir sin que nos moleste demasiado de ahora en adelante, hasta que llegue el momento en que él mismo… se vaya sin hacer ruido.





En esos puntos suspensivos a partir de la tristeza ante el dolor desde donde podemos decidir por dónde continuar, decido el rencor para lo bueno:



Decido no olvidar nunca a los que me ayudan cuando lo necesito. No olvido a los que jamás me juzgaron aun teniendo la posibilidad de hacerlo. Rencor para lo bueno, es tener presente el profundo y arraigado agradecimiento a los que cuando me hago daño, me recuerdan quién soy y en quién no merezco convertirme. Guardo en mi memoria y no olvido a los que me abrazan y me dicen que no me preocupe. Rencor hacia lo bueno, es grabar de por vida aquellos momentos en los que río, con quién lo hago y cómo me siento. Es cambiar el odio estéril por agradecimiento a los que me quieren, es tirar la venganza para dejar paso a la experiencia, es desechar la amargura para germinar el cambio. Rencor para lo bueno, es no sentir contra otro sino con los que tienen valor en su vida y se lo prestan a la mía. Es no perder el tiempo y ganarlo con quien merece algo tan valioso.



Rencor para lo bueno, es simplemente una forma de entender el “para qué” de la vida. Una posibilidad de vivirla con los que la quieren y la cuidan.



Atentamente, Alicia.










lunes, 7 de marzo de 2016

A cada batalla, su momento



“La obra irá pidiendo el material”.  Suelo acudir a esta expresión cuando mi mente viaja sola y quiere que la vida curse una velocidad que no le pertenece. A veces pretendo que vaya al  ritmo que me gustaría olvidando que cada segundo, tiene su momento.



Nuestra toma de decisiones es determinante a la hora de dotar de control nuestra vida: decidimos y en función de ello, asumimos. Es importante sentir que la controlamos, que podemos tomar decisiones que influyan en ella aunque pese a todo, parezca estar boca abajo.






“Será el destino” pensamos. Eso a lo que llamamos destino está muy vinculado a nuestra toma de conciencia de lo que vivimos, cómo lo estamos viviendo y para qué lo hacemos de una manera concreta y no de otra. Dejar nuestra vida, propósitos y anhelos en manos del destino es una apuesta sin comprar billete, una intención sin actuación, un amor sin sentimiento.



Lo que nos sucede puede ocurrir sin nosotros pretenderlo, pero cómo gestionamos ese acontecimiento sí depende de nosotros y de nuestra toma de decisiones. De ahí que cada acontecimiento inesperado pueda visualizarlo mentalmente como una batalla ante la que hay que estar presente con todos los recursos que dispongamos a nuestro alcance. Cada batalla (cada uno sabe cual es la suya) necesita ser vivida como humanos y no súper héroes. Héroes de la vida, sí. Súper héroes… para las películas.



Contemplo la vida como un ir y venir de situaciones de las que a la larga… se aprenden. Negar la realidad, obviarla o querer ir por delante de ella  nos lleva a no ser conscientes de lo que entraña y ofrece esa situación. Está sucediendo, la siento y la vivo. Es este momento el que tengo para desmenuzarla y aprender con ella.



Igual tu batalla crees que no te corresponde (la vida no es justa) pero aún así, intenta aprovecharla. Es el momento de abrirte a ella, abrazarla y ganarla. Siempre se gana cuando se da todo lo que está en nuestra mano.



A cada batalla, su momento. Focaliza tu vida desde una perspectiva adecuada y ve a por ella. Cuenta con aliados que estén a la altura y puedan ayudarte en tu misión. Cree en ti y en tu capacidad de superación. Eres mucho más que tus circunstancias. La vida se presenta cargada de incertidumbre. Descubrámosla desde la curiosidad de un niño que no teme nada y simplemente, experimenta jugando mientras aprende.





Atentamente, Alicia.

domingo, 28 de febrero de 2016

El arte de la valentía


El arte es algo que no todo el mundo entiende, pero tiene un significado para el que le presta atención. No todo el mundo  aprecia, pero tiene valor. No todo el mundo  reconoce, pero el que disfruta un encuentro con él… nunca vuelve a ser el mismo.

Admiro a aquellas personas que son capaces de crear para el mundo y en particular, para mí. Descubro en el arte, regalos que nunca se pierden (muchos nos encargamos de cederlos a los demás). Me imagino cómo esos regalos tan generosamente donados, van pasando de una mente a otra sembrando en cada uno de nosotros la curiosidad por la belleza.

Para ser un artista, siempre he pensado que hay que estar hecho de otra pasta, tener una sensibilidad exquisita, mirar la vida desde la observación consciente y ser capaz de asomarse a ella dando pasos que hagan poco ruido, al menos al principio. También pienso que los artistas, dan ejemplo a los que creemos en ellos y apostamos por una vida rodeada de belleza, de manera que la responsabilidad que recae en sus creaciones, no es pequeña. Y sobre todo, creo que aunque la mayoría de los artistas sienten en un momento de su vida que tienen una misión que va mucho más allá de lo terrenal… también hay otros tantos que no saben que lo son aun siéndolo desde que nacieron.

Ahora bien, dentro de todas las manifestaciones que podamos encontrar del arte, la que más me maravilla por el gran legado que supone su obra es, la de ser valientes. Es uno de los más difíciles de reconocer para el que nació con él o lo desarrolla a golpes de vida.


  • Cuando te miras al espejo y aunque no te gusta lo que ves, sigues sabiendo quién eres…
  • Cuando notas que alguien está rodeado de oscuridad y le ayudas a encontrar una vela…
  • Cuando sabes que tienes el control de tu vida pese a verla boca abajo…
  • Cuando piensas que a querer se aprende queriendo y das una segunda oportunidad…
  • Cuando dejas atrás el pasado y aprendes a vivir sin cargar la culpa de algo que hiciste mal…
  • Cuando la vida te lo está poniendo difícil pero tú estás por encima de las circunstancias…
  • Cuando alguien te rompió un trocito de ti y aún así, eres capaz de recordar sin rencor…
  • Cuando haces números para que cuadre el dinero de manera casi mágica para que tus hijos no lo noten…
  • Cuando dejamos la bola de cristal para los futurólogos y somos capaces de apostar por nuestro presente aunque tengamos miedo…
  • Cuando sentimos la ausencia de personas que nos dejaron antes de tiempo y no por eso amargamos la existencia a las que se quedan a nuestro alrededor…
  • Cuando queremos a personas que siguen a nuestro lado y sin embargo les invitamos a irse porque no es bueno que continúen su camino a nuestro lado…
  • Cuando tienes una mala racha y no dejas de investigar maneras para que termine lo antes posible…
  • Cuando te adaptas a los cambios por pésimos que estos sean y no dejas que sean ellos los que cambien tu perspectiva ante la vida…
  • Cuando estableces prioridades en tu vida y tu vista no se nubla cuando el viento no sopla a tu favor… 


Si te identificas con alguna de estas consideraciones, cuentas con toda mi admiración. No dudes en sentirse orgulloso porque en ti, hay belleza. A veces, no hace falta exponer una gran obra, ni tener rueda de prensa, ni que hablen de ti los telediarios para saber que eres un artista. Tu obra se basa en la valentía y tal y como comentaba al comenzar, tienes una responsabilidad muy grande para todos: tu ejemplo para los que te admiramos. Cuentas con algo que no todo el mundo tiene ni quiere desarrollar. Los valientes, son esos artistas que tienen el coraje que a otros les falta para descubrir la vida confiando en sus capacidades, reconociendo sus limitaciones y haciendo caso omiso al miedo porque aun teniéndolo, saben ignorarlo.

Atentamente, Alicia.