El contenido de la entrada de hoy, me apasiona.
Siempre está rondando y generando esa disonancia cognitiva tan recurrente entre
la necesidad de libertad y la de cierto orden en mi vida. ¿Crees que son
compatibles? Considero que sí, aunque cuesta darles un lugar donde ambas no se
sientan amenazadas ni traten de anularse por imposición entre ellas. Posponer,
dejar tareas pendientes para otro momento ocupando nuestro tiempo mientras
tanto en quehaceres varios podemos definirlo como procrastinar, procrastinación
o lo que viene a ser lo mismo: no mover el culo hoy y pensar que lo haré, mañana. Me
importa poco la definición exacta, me resulta más interesante cómo afecta a
nuestro día a día, para qué nos sirve y cómo evitarla si así lo consideramos.
Aprovechando un símil relacionado con la reciente
Semana Santa, procrastinar vendría a ser para nosotros una sensación parecida a
la de bola de cera, sí, esa que van haciendo los niños a base de ir añadiendo
la cera que sueltan las velas de los nazarenos, penitentes y demás acompañantes
en las distintas procesiones. Se va formando poco a poco, con pequeñas
cantidades casi imperceptibles hasta que finalmente, llega a formarse una bola
de solidez importante y eso sí, cada vez… más grande. Cuando dejamos las tareas pendientes para otro
momento, vamos generando una sensación de pesadez mental que a veces puede
llegar a ser difícilmente soportable. Primera hora de la mañana: "Desayuno rápido y me
pongo con el proyecto que tengo pendiente. Aunque igual miro un segundo el
correo por si me ha llegado algo importante".
Pasadas 3 horas: "Buff, se me ha
ido la mañana, mejor como, descanso y esta tarde me pongo en serio".
Tras una siesta de
3 horas: "Madre mia, ¡cómo pasa el tiempo! No pasa nada, tengo una semana".
Día de antes de finalizar el plazo: "No me da tiempo, no llego, que agobio. Tengo unas horas,
organización, llamo a X, miro H y termino con J. ¡Hecho!".
Ejemplos similares de procrastinar hay muchos, seguro que a ti se te vienen a la
cabeza unos cuantos:
- Hoy ya es tarde,
mañana me paso por casa de mi madre.
- Voy a estudiar pero
con hambre no me voy a concentrar, mejor antes me como un bocadillo.
- Hoy tengo tiempo para
limpiar, pero voy a llamar a la peluquería que limpiar, puedo hacerlo otro día.
- Pensé salir a andar
hoy pero no voy a ir cómoda con esta ropa. Mañana salgo a comprarme equipación
nueva y entonces, empiezo.
- Mañana examen de
inglés, voy a repasar. La verdad es que con los platos sin fregar, no puedo
seguir. Los lavo y me pongo.
Pasar, pasar, todos hemos comprobado que
normalmente, no pasa nada grave salvo lo ya comentado: sensación de carga,
pesadez, falta de activación, acumulación, aturdimiento, desorganización psíquica
y emocional por encadenamiento de momentos de aplazamiento, por posponer de
manera encadenada y contínua, por tener la necesidad de parar esa maquinaria que gira y gira
hacia la improductividad y los castigos psicológicos por no hacer lo que sabes
que tienes pendiente y generando una visualización de la vida cual
apisonadora que pasa por encima de nosotros. Puede parecer muy similar a vaguear pero
procrastinar, no es exactamente lo mismo. Cuando vagueamos, no hacemos nada.
Cuando procrastinamos, hacemos otras cosas sabiendo que las importantes las estamos
dejando pendientes.
En mayor o menor medida, formamos parte de una
sociedad en la que todo son demandas, rapidez y resultados. A nivel laboral
(trabajadores que estén disponibles 24 horas y siempre alertas). A nivel de
trabajador disponible (o lo que es lo mismo, en paro) sabes que cuando buscas
trabajo hay que estar siempre presente y visible. A nivel emocional, nos
movemos por sentimientos de quita y pon, fugaces, intensos e igualmente
cambiantes. Esta sociedad nos requiere con mil cosas que hacer y generadores de
tareas pendientes. Menudo agobio, ¿no?
Para intentar evitar caer en la desidia más
absoluta por saturación de tareas, propósitos y deseos acumulados pendientes de
quién sabe cuándo, te propongo que mires tu particular “Bola de Cera” y analices:
1.- Hábitos pro-proscratinar:
Observa
qué costumbres tienes en tu vida diaria que te facilitan la distracción o te
generan el entretenimiento necesario como para caer más fácilmente en posponer
lo importante. Ejemplo: Internet, comida, teléfono, etc. Una vez los tengas
localizados, aíslalos cuando adquieras el propósito de retomar el control en tu
vida.
2.- Focaliza tu atención:
Establece
a modo de linterna que ilumina, una lista de prioridades reales y asequibles a
corto plazo. Muchos piensan que es mejor empezar por las prioridades más
contundentes, yo considero que tiene mejor resultado empezar por las pequeñas
(puedes conseguir activarte con ellas en poco tiempo y una vez que empieces con
estas, no podrás parar) o desmenuzar las grandes en distintas tareas pequeñas.
Ejemplo: pensar en adelgazar 15 kilos de aquí al verano te hace procrastinar
más a menudo que si enfocas tu atención en dejar de comer comida basura esta
semana mientras vas observando que te sientes mucho mejor.
3.- Divide y vencerás:
Por
pequeña que sea la tarea a llevar a cabo, siempre podemos encontrar la
justificación psicológica para dejarla
para otro momento precisamente por eso, por pequeña. Te propongo asignar
un tiempo específico de dedicación con una fecha de inicio y fin reiterando la
importancia de hacerlo con tareas reales y asequibles (para que no pasemos de
procrastinar a la ansiedad generalizada…). Hacer un planning alivia mucho pero
me he pasado media vida haciendo plannings y la otra media deshaciéndolos… Es
importante que tu palabra tenga valor, que tu propósito sea firme ante ti y que
tu pacto sea no defraudarte por no intentarlo. Necesitas implicarte para
conseguirlo. Ejemplo: Media hora para poner la lavadora y fregar los platos (de
10.00 a
10.30). Llamar por teléfono a mi abuela: de 10.30 a 11.00.
4.- El movimiento llama al movimiento:
Sabes
que en cuanto hayas establecido prioridades reales, pautado unos tiempos y
encontrado una “base de operaciones agradable” para ponerte en marcha, la
perspectiva de descontrol que ahora mismo te arrastra cual barco a la deriva,
cambiará y volverás a sentir que vuelves a llevar el timón de tu vida. Es
cuestión de iniciar el movimiento, la activación con los pies en el suelo y
desde nuestra realidad más inmediata (sin comparaciones).
5.- Tira el traje de perfeccionista:
La
autoexigencia implica un compromiso como comentaba anteriormente, pero sin
llegar al perfeccionismo, ya que este nos genera una realidad inexistente e
inalcanzable. Rebaja revoluciones y acepta que no podemos con todo, ni podemos
hacerlo al mismo tiempo ni siempre nos saldrá bien.
A propósito de “procrastineo”… si fuésemos
totalmente conscientes de lo que implica el día a día, no dejaríamos para más
tarde un te quiero (dilo tú), no esperaríamos el día en que dejaran a otra
persona por estar con nosotros (déjalo tú), esperar que las circunstancias
cambien (cambia tu actitud), esperar que llegue el momento de leer ese libro
que tanto esperas (empiézalo en cuanto termines de leer esto).
Atentamente, Alicia.