Si alguien nos contase que no
sirve para nada, que todo lo hace mal, que es tonto por caer siempre en los
mismos errores… si esa persona fuese nuestro sobrino, nuestro hijo o
simplemente alguien a quien queremos, ¿qué le diríamos?
Ahora piensa, ¿entonces por qué
cuando somos nosotros los que mantenemos esos pensamientos, no contrarestamos
ese diálogo interno que tanto daño nos hace?, ¿por qué no buscamos esas mismas
palabras de aliento, compasión y fuerza que tan facilmente nos brotan cuando
son para otra persona?
Es curioso el funcionamiento de la
mente. Cuanto más conozco de ella, más me maravilla.
Dentro del ruido que a todos nos
acompaña en nuestro día a día (prisas, obligaciones, complacer a los demás y
algún que otro disfrute robado), estamos envueltos por una serie de
conversaciones con nosotros mismos que etiquetamos como diálogo interno. Este,
sin darnos cuenta, condiciona gran parte de nuestras acciones.
“Estoy horrible”
“Para qué busco trabajo si no lo
voy a encontrar”
“Soy un desastre”
“No puedo, es imposible para mi”
“Todo lo hago mal”
“No sirvo para nada”
¿Quién es capaz de llevar a cabo
todo lo que implica un día a día de manera óptima cargando semejantes
pensamientos en nuestra cabeza? Que aparezcan asaltándonos en el momento menos
adecuado puede ser propio de la naturaleza inconformista del ser humano, pero
que les demos alas retroalimentándolos y permitiéndoles crecer con vida propia…
es nuestra responsabilidad.
Pienso que la puesta en marcha
para bloquear este diálogo interno comienza siendo conscientes de su
existencia. Para ello necesitamos parar, escucharnos y sacar de nuestra “alcoba
psíquica” a ese personaje tan importante en el cuento de Pinocho, Pepito
Grillo, y que en nuestra mente habita en forma de sentido común. Él, cuestiona
tus pensamientos, disiente cuando no son coherentes y te lleva por ese buen
camino que tus pensamientos necesitan para llegar a buen puerto. Si lo buscas,
si acudes a él, serás capaz de disentir ante ese bucle que nos lleva a creer de
manera automática aquello que estamos acostumbrados a escucharnos decir.
¿Qué sentido tiene ofendernos
cuando alguien nos dice algo que nos molesta y no hacer lo propio cuando somos
nosotros los que nos lo decimos?
Si somos los únicos que
permaneceremos juntos el resto de nuestra vida, qué menos que no ser nuestro peor enemigo sino
todo lo contrario, perseguir ser la mejor de las compañías. No siempre nos
sentiremos afortunados, dichosos ni bendecidos, no siempre nos encontraremos en
la cresta de la ola, no siempre pisaremos por camino asfaltado y el sol
brillará a nuestro paso. Ahí es donde “Pepito Grillo” debe estar alerta para
ayudarnos a mirarnos de frente, abrazarnos, acompañarnos y decirnos: no es
momento de reproches, despójate de ellos y continúa.
Somos más que nuestros
pensamientos. Nosotros los guiamos y sin duda, estamos por encima de ellos.
Puede que estructurar de otra
manera nuestro diálogo interno no cambie totalmente nuestra realidad, pero sin
duda que gran parte de nuestros pensamientos la crea…
Atentamente, Alicia.
Estoy completamente de acuerdo contigo Alicia. Si esos pensamientos o diálogos tan derrotistas nos hacen daño...porque para los demás buscamos palabras de aliento, y para nosotros no? Así no se puede llevar el día a día de manera óptima, ni siquiera digna diría yo.
ResponderEliminarEs nuestra responsabilidad escuchar nuestro sentido común, querernos, aceptarnos, cuidarnos y guiar nuestros pensamientos para hacerlos sumar a nuestro favor.
Alicia, me encanta la manera como tratas, la sensibilidad y el cariño que le imprimes a las entradas del blog. Me refuerzan y en muchas ocasiones me han llegado en el momento justo y ayudado a ver las cosas desde un prisma más amigable y comprensivo conmigo mismo.
Así que escuchemos a nuestro pepito grillo!
Un abrazo!