Los cuentos tienen
la virtud de dormir a los niños y despertar a los adultos. Aplaudo y tomo prestadas estas
palabras de Jorge Bucay para introducir las mías.
Me encantan los cuentos. Siempre
me han gustado.
Uno de los más leídos en mi niñez,
ha sido el de La Lechera. No sé si será por mi tendencia innata a “rizar el
rizo” y pensar que todo en la vida tiene más de una perspectiva, pero este
cuento merece toda mi curiosidad dentro de mi actual vida como adulta.
Estamos acostumbrados a creer que
podemos ejercer el control sobre todo lo que nos rodea. Nos gusta. Nos hace sentir bien jugar a creer que sabemos todo lo
que ocurrirá en nuestra realidad más inmediata (como tengo vacaciones,
me deben días, mi compañera puede suplirme otros tantos y a mis hijos los puedo
llevar con mis padres, este verano aprovecharé para…)
Es estupendo intentar ser los
guardianes de todo lo que acontezca en nuestra vida. Tener esa capacidad de
organizar nuestra vida y focalizar hacia dónde queremos que se dirija. Marcar un
camino, ilusionarnos con proyectos, objetivos, metas…
Pero hay que tener en cuenta un
detalle “insignificante”: No siempre alcanzaremos
nuestros sueños. Por muy brusco que suene, es así. La vida no siempre es justa.
Si centramos nuestra atención exclusivamente
en esa consecución y nos olvidamos de lo gratificante que puede ser en sí mismo
ser conscientes del proceso hacia ellos, nos perdemos la única parte de nuestro
“súper plan” que sí depende de nosotros y nos arriesgamos a que si no lo
conseguimos, nos sintamos defraudados con nosotros mismos.
No todo depende
siempre y exclusivamente de nosotros. Dentro de toda esa mágica conjugación de posibilidades,
astros alineados y un trébol de 4 hojas en cada pensamiento, existe la
posibilidad de tropezar al más puro estilo lechera y quedarte en tu casa,
cuidando a los niños y trabajando algún que otro día si la compañera que te
suplía además pilla la gripe.
¿Podemos reflejarnos en la
lechera? ¡Yo creo que mucho!
La lechera es equiparable a
cualquiera de nosotros en algún momento de nuestra vida en el que tenemos un
sueño y vamos a por él: ella tenía un recurso que explotar y claros los pasos a
seguir. Contaba con la motivación necesaria y mientras más imaginaba, más
crecían sus ganas de llegar hasta él. Cualquier emprendedor de hoy en día se
vería fácilmente con ese mismo cántaro… Me cuesta trabajo cerrar el cuento
pensando que un tropiezo pudo ser el responsable de la conclusión al que lleva
el cuento a la mayoría de personas. Su mayor
fracaso sería dejar de soñar, no el tropiezo.
Nuestros
pensamientos pueden ser nuestro mayor tropiezo si nos paralizan y nos obligan a
seguir mirando el cántaro roto una y otra vez. Salir del ¿Por qué me ha pasado esto? para poder
llegar al ¿Para qué me ha servido esto? es el necesario salto de perspectiva
que me permite ver siempre un “continuará” en la vida, como en el cuento.
Añado al cuento unas cuántas
páginas más en las que la lechera recoge los trozos del cántaro y se apoya a llorar
en un árbol. Asume la pérdida, valora los errores cometidos durante el camino.
Aprende y lo acepta. A partir de este momento, se levanta y ahora sí, más
consciente que antes de la importancia de cada uno de sus pasos, pisa firme,
siente cada uno de ellos, los disfruta como parte ya del mismo sueño y sigue
caminando sin perder esa ilusión pero contemplando la belleza del camino. “Nuestra” protagonista, inspira profundamente y avanza. Luego
expira y sonríe.
Creo que este cuento al igual que
nuestra vida, no termina cuando algo se rompe… en ambos casos, continúa de otra
manera porque como diría Charles Chaplin, el mundo
pertenece a quien se atreve.
Y ahora sí, continuará…
Atentamente, Alicia.
Muy inspiradora la interpretación que haces del cuento. Esta muy bien tener un plan para lograr los objetivos que nos marcamos, y poner lo medios para lograrlo. Y si no los conseguimos...tenemos que considerarlo un fracaso? Creo que no. No podemos controlar todo, debemos aprender del proceso y saber que aunque se rompa el cantaro es sólo un tropiezo, toca levantarse y continuar con ilusión. La meta es importante, pero más lo es el camino que hemos decidido tomar.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Alicia!!
¡Me alegra que te guste, Juande!
EliminarLas moraleja del cuento en "versión original", me parece que hace una apuesta muy insegura de la vida si sólo mira el resultado y no el aprendizaje durante el proceso.
Los tropiezos forman parte de nuestra vida, esta no es un vida perfecta. Mi padre siempre me decía.. "si tropiezas y no caes, caminito que adelantas" como tu, Alicia, nos haces ver con la lecherita, lo importante no es tropezar, que es inevitable, lo importante es, no dejarse caer y saber aprender para seguir marcando los siguientes pasos con firmeza y seguridad. No dejemos jamás de soñar y perseguir esos sueños.
ResponderEliminar¡Ahí está lo alucinante de los seres humanos, Joan!, en seguir adelante a pesar del entorno que nos rodea en un momento dado, a pesar de ciertas circunstancias que nos pueden venir más o menos impuestas, a pesar de vivir adversidades que nos desmoronen y nos hagan plantearnos que igual, no merece la pena tanto esfuerzo...
EliminarA pesar de todo, somos tan alucinantes, que todos (cada uno a su manera) somos capaces de continuar si pensamos que esto que está sucediendo es algo que ya que está, puedo convertirlo en experiencia y aprendizaje para nuestra vida.
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