Soy
una persona curiosa de todo aquello que me permita conocer historias. De ahí mi
debilidad por las personas mayores. Recuerdo que en una ocasión, una mujer
octogenaria me dijo una frase que retumbó en mi interior: “Creo que no he sido feliz ni un día de mi
vida”. Fue como un terremoto.
Actualmente, de vez en cuándo sigue provocando réplicas.
Comentaba
que al hacer balance de su vida, sentía una gran sensación de incongruencia
entre lo que le hubiese gustado hacer y lo que había hecho. Entre lo que
siempre había pensado y lo que finalmente había conseguido materializar en
acciones. Lo justificaba diciendo que seguramente, hacer lo que pensaba le
hubiese traído muchas complicaciones a su vida así que, tampoco era tan
importante su sensación y hasta incluso quejarse de su vida podría considerarse
“ofender a Dios”. Su vida año tras año había estado sometida a lo que se conoce
como disonancia cognitiva.
Es
algo muy frecuente y que se manifiesta de manera casi automática en nuestro día
a día cuando nos sentimos incómodos al percibir que tenemos dos ideas
contradictorias o incompatibles entre sí o cuando nuestras creencias no son
coherentes con lo que hacemos. Vivimos en un mundo repleto de contradicciones. Llámalo disonancia cognitiva o simplemente “Sí… pero
no”:
- Fumar es malo para la salud pero
fumo mientras quiero estar sano y pienso que perjudico mi salud.
- Trabajo vendiendo un producto que
sé que al comprador no le va a generar el beneficio que le digo que tiene
para poder vendérselo.
- Soy infiel mientras quiero a mi
marido y siento que lo que hago no se lo merece.
- Estoy a dieta mientras quiero
adelgazar y me salto la dieta en cuanto veo un dulce.
- Me apunto al gimnasio porque quiero
ganar salud pero falto más días de los que asisto.
- Continúo con mi marido porque le
quiero aunque me maltrata y siento que no me lo merezco.
- Desempeño una serie de funciones
laborales que sólo me satisfacen por dinero pero no veo coherencia entre
la cuantía económica y mi dedicación a las mismas.
- Estoy embarazada mientras me preparo para ser
buena madre y compruebo a diario que el mundo no es un lugar seguro para
la llegada de mi hijo.
Esta
sensación de malestar, falta de coherencia y culpabilidad, nos toca lo más
profundo de nosotros mismos y lo único que queremos es intentar que desaparezca. La estrategia más inmediata para reducir o eliminar
nuestro “sí… pero no” es poner toda nuestra intención y atención en generar
ajustes cognitivos mediante la creación de otras ideas o creencias
(desde las que suenan lógicas hasta las más irracionales) que nos permitan
eliminar esta falta de coherencia y pasar al “autoengaño” ignorando o evitando
el pensamiento disonante (negarse a aceptar esta nueva información) convenciéndonos
de que no es para tanto (alterar la importancia o ausencia de la misma) o
incluso buscando bajo cielo y tierra estudios que doten de sentido nuestro
incongruente comportamiento (seguro que si buscamos, los encontramos):
- “Si
voy a dejar de fumar pero voy a vivir amargada, no me compensa dejarlo”,
“sé que voy a dejarlo, lo haré el día que me lo proponga”, “un cigarro más
que menos, tampoco me hará nada”
- “Si
mi marido fuese más cariñoso, yo no le estaría siendo infiel”, “esto se
termina en cuanto pueda”, “si él no se ha preocupado por mí, yo tengo
derecho a buscar mi felicidad”
- “El
lunes retomo la dieta con ganas”, “por un dulce, tampoco pasa nada”,
“hacer dieta es algo a largo plazo, tampoco hay que tomarselo tan en
serio”, “la vida hay que disfrutarla y no vale la pena estar siempre
sufriendo”
- “Esta
semana hizo muy mal tiempo, la semana que viene ya no falto”, “he tenido
mucho trabajo y es normal que llegando cansada, prefiera descansar”,
“total, si me hubiese salido este fin de semana me hubiese gastado lo
mismo que he pagado este mes, así que aunque no vaya, tengo recuperado el
dinero”
- “Igual
sus nietos pueden aprovechar la enciclopedia”, “este matrimonio se ve que
tiene dinero, a ellos tampoco les afectará perder esta cantidad”,
“necesito vender para mantener mis gastos”
- “Él
no lo hace queriendo”, “igual yo le pongo nervisoso”, “me maltrata porque
está enfermo”
- “La
situación laboral está fatal, demasiado que estoy trabajando”, “mejor no
quejarme, si tampoco necesito más dinero”, “seguro que más adelante, me
aumentan el sueldo”
- “Seguro
que todo cambiará a mejor”, “Estoy bastante alarmista, igual demasiado”
Efectivamente,
nos quedamos bastante más tranquilos en la cálida cabaña que hemos construido a
nuestra medida pero van pasando los días y ésta se va enfriando, cada vez queda
menos madera para la chimenea y o bien reiniciamos la construcción de otro
“refugio mental” o nos quedaremos atados contemplando cómo se va transformando
en una fría celda de la que la única forma
de salir es mediante un cambio conductual: una conducta lo más cercana posible
a nuestra creencia. Ya sabes, el movimiento, llama al
movimiento.
Ser
conscientes de la disonancia cognitiva y de nuestra tendencia al autoengaño, es
el punto de partida hacia el cambio de conducta, nos permite buscar recursos
para conseguirlo y tomar decisiones mucho más congruentes en nuestro día a día.
No seamos como la zorra de la fábula de Esopo:
“…
hambrienta, intentaba alcanzar con la boca un racimo de uvas de una parra y al
darse cuenta que no podía alcanzarlo lo desprecia y se marcha diciendo: ”no me
gustan, no están maduras… ”
Cualquier
momento es el idóneo para cambiar una conducta. No te quedes esperando a que llegue el momento
adecuado para ello o te pasará como a mi querida octogenaria. Mejor… créalo.
Atentamente, Alicia.
Atentamente, Alicia.
Me ha encantado! Un gran peso la disonancia cognitiva !!! Y una liberación cuando uno empieza a ser asertivo empezando con uno mismo y empiezas a quitar barreras de todo tipo ... a quererte un poco más y encontrarte ... felicidades por esta entrada !
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Nadi!
EliminarAsí es, ser conscientes de ella es el primer paso para entender nuestras contradicciones, seguir buscando lo que queremos y no engañarnos con nuestras excusas (a veces nos las curramos tanto que resultan buenísmas...).
¡Un abrazo!
Creo que si nos quisiéramos y respetasemos mas, gran parte de estas disonancias cognitivas no tendrian razon de ser. Yo hasta no hace mucho llevaba algunas a cuestas desde pequeño, como si fuera una mochila pesada...Es fascinante como las creencias que durante tanto tiempo me acompañaron y creía parte de mi, cuando fui consciente de ellas y acepte el daño que me hacian, comprendi que se pueden cambiar por otras mas acordes a mis creencias y forma de entender el mundo.
ResponderEliminarMuchas veces solo se necesita mirar en otro espejo para encontrar la inspiración....y como bien dices buscar recursos para conseguirlo. Afortunadamente te tenemos a ti Alicia, que con tu lucida, acertada y optimista forma de entender el mundo, poco o mucho transformas la vida de los que te conocemos, ayudándonos a recuperar las gafas que nos permiten ver que el mundo se puede entender de otra manera. Que podemos ser felices y hacer felices a los demás. Es una suerte tenerte, porque ojala hubiese mas como tu!!
¡Muchas gracias, Juande!
EliminarCoincido contigo en ese momento en la vida en el que eres capaz de atreverte a dar el paso de frenar en seco, mirar atrás y darte cuenta de todo aquello que te hace sentir mal sin necesidad... Todo cambia. Creo que era Heráclito el que decía que lo único que permanece constante es el cambio...
Es un acto valiente soltar disonancias de la mochila, sin duda.
¡Enhorabuena!
Un abrazo.