Lo reconozco, lo soy. Soy
rencorosa y lo matizo. Rencorosa para lo bueno.
En algún momento, llegué a la
conclusión semi absoluta de entender la vida como una oportunidad “para algo”.
Las oportunidades aparecen cuando menos te los esperas o al menos, eso dicen.
Yo más bien creo que están en todos lados y que si tenemos la mente lo
suficientemente receptiva, cualquier experiencia es una oportunidad. ¿Para qué?
En mi caso, para aprender. Pero el “para qué” es algo al gusto del consumidor…
El rencor es una de las emociones
que más daño nos pueden hacer ya sea hacia alguien o hacia nosotros mismos. Va
minando toda posibilidad de crecimiento, destruye por donde pasa, proyecta
emociones pasadas, las revive y las retroalimenta dejándonos presos dentro de
una herida que aunque tuvo su momento, al volverla a tocar una y otra vez vuelve
a doler, escocer y no la dejamos cerrarse.
Dentro de esa oportunidad para
algo que es la vida, hay mil experiencias en las que es fácil encontrarnos con
el dolor, que este nos lleve a la tristeza y finalmente, derive en rencor.
Propongo la posibilidad de vivenciar conscientemente el siguiente giro
emocional: dolor - tristeza - rencor para lo bueno. He vivenciado las dos ruedas
emocionales y definitivamente, me quedo con la que os propongo.
Cuando alguien (o nosotros mismos)
nos hace daño, inevitablemente sentimos dolor. Los hechos duelen cuando no son
los que esperamos, deseamos, pensamos que merecemos, necesitamos, etc. Ese
dolor nos indica que algo ha tocado nuestro ser más interno, nuestro rinconcito
íntimo, etc. El dolor nos hace conscientes.
Después, aparece la tristeza para
expresar y acompañarnos en ese tránsito
del dolor a la pérdida, nos arropa, nos hace expresar a nuestra manera, nos
apacigua o nos encoge mientras aprendemos. Es fundamental experienciar la tristeza para
nuestro desarrollo personal. No somos débiles por sentirla, estamos buscando un
lugar donde colocar ese dolor y poder seguir sin que nos moleste demasiado de
ahora en adelante, hasta que llegue el momento en que él mismo… se vaya sin
hacer ruido.
En esos puntos suspensivos a
partir de la tristeza ante el dolor desde donde podemos decidir por dónde
continuar, decido el rencor para lo bueno:
Decido no olvidar nunca a los que
me ayudan cuando lo necesito. No olvido a los que jamás me juzgaron aun
teniendo la posibilidad de hacerlo. Rencor para lo bueno, es tener presente el
profundo y arraigado agradecimiento a los que cuando me hago daño, me recuerdan
quién soy y en quién no merezco convertirme. Guardo en mi memoria y no olvido a
los que me abrazan y me dicen que no me preocupe. Rencor hacia lo bueno, es
grabar de por vida aquellos momentos en los que río, con quién lo hago y cómo
me siento. Es cambiar el odio estéril por agradecimiento a los que me quieren,
es tirar la venganza para dejar paso a la experiencia, es desechar la amargura
para germinar el cambio. Rencor para lo bueno, es no sentir contra otro sino
con los que tienen valor en su vida y se lo prestan a la mía. Es no perder el
tiempo y ganarlo con quien merece algo tan valioso.
Rencor para lo bueno, es
simplemente una forma de entender el “para qué” de la vida. Una posibilidad
de vivirla con los que la quieren y la cuidan.
Atentamente, Alicia.
Pero qué bonito , Alicia! Rencor del bueno, del que nos aporta, el que nos ayuda a crecer !! Sí señor .. el que nos sana . Besitos y felicidades por tu entrada !!! Lo comparto para que llegue a muchos !!!!!
ResponderEliminar¡Hola Nadi!
EliminarEl rencor "del malo" es para otros. Nosotras, jugamos "en otra liga". No merece la pena perder el tiempo en sentimientos dañinos, es mejor ganarlo con sentimientos que como tú bien dices, sanan.
Gracias por leer las entradas, por tus aportaciones y por darlo a conocer.
¡Un abrazo!
Pero qué bonito , Alicia! Rencor del bueno, del que nos aporta, el que nos ayuda a crecer !! Sí señor .. el que nos sana . Besitos y felicidades por tu entrada !!! Lo comparto para que llegue a muchos !!!!!
ResponderEliminarMe ha encantado el enfoque que le has dado a algo tan sombrio e inutil como el rencor, que sólo nos da sufrimiento y disgustos. Que le quita valor a la vida... Y lo has transformado en lo opuesto, en recordar no a quienes nos causan dolor, sino a quienes nos apoyan cuando lo necesitamos, nos comprenden y se alegran de vernos reír.
ResponderEliminarYo también he sentido rencor, pero me he dado cuenta y con esta entrada lo entiendo mejor aún, que sólo hace daño al que la padece y no sirve para nada!! Así que también quiero ser rencoroso para lo bueno, y seguir aprendiendo a darle valor al tiempo!
Precioso, de verdad... Alicia, me ha tocado muy dentro de mi. Gracias!
¡Hola Juande!
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, me refuerzan mucho.
Todos nos hemos dejado tocar por el rencor, es fácil caer en él, pero una vez más el recurrente "enfoque" puede hacer que algo que miramos desde una perspectiva dañina, cambie al enfocarlo desde otra más saludable y real como es en este caso del rencor. "El malo", lo generamos nosotros si permitimos que así sea. "El bueno" ya existe, sólo es necesario ser conscientes para que no se nos olvide, para tenerlo presente. Ahí es donde como tú bien dices, dotamos de valor nuestra vida.
Gracias por colaborar con tus aportaciones, Juande.
¡Un abrazo!